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Malasaña está de luto: muere Casto, el del Palentino

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Foto: Somos Malasaña.

Los clientes de El Palentino y los transéuntes de la calle del Pez se han encontrado esta mañana con el cierre del legendario bar echado y un cartel que decía: “Cerrado por defunción. Don Casto Herrezuelo”. La noticia se ha ido extendiendo poco a poco a través de las redes sociales, eclipsada por la desaparición de otro grande: Antonio Fraguas ‘Forges’.

Casto estuvo currando, como cada día, hasta el pásado sábado, tal y como atestigua esta foto de Javi García, puede que la última que le fue tomada:

Casto Herrezuelo, para siempre “Casto, el del Palentino”, hubiera cumplido 80 años este año, sesenta de los cuales los pasó al frente de la barra del Bar Palentino. Con gesto adusto y la insobornable rectitud de castellano viejo, Casto vio pasar frente a su barra varias generaciones de borrachos, roqueros, escritores, aspirantes a todo lo anterior, estudiantes, buscavidas, modernos y, en general, la variopinta fauna que hizo de Malasaña el barrio en el que “toda España querría vivir”, como cantaban los gaditanos Ea! en uno de los múltiples homenajes que recibió el Palentino en su larga historia.

Foto: Trip Advisor.

La historia del Palentino la dejó contada nuestro compañero Henrique Mariño en un inolvidable perfil de Casto, de lectura obligatoria para recordar al tabernero más famoso a este lado del Manzanares:

“Las crónicas oficiosas de la Villa fechan la aparición del local antes de la guerra, pero Herrezuelo asegura que fue fundado en 1942 por un señor que se lo terminaría traspasando a su padre. Un señor de Palencia, claro.”

Por la barra del Palentino también desfiló toda la movida madrileña, un fenómeno que Casto despachó con sentencioso desdén: “Yo vengo a trabajar. A dar carrete vienen los clientes, pero a mí no me distrae nada ni nadie”, le contó a Henrique en 2014.

“La historia del Palentino es como un travelling que resume la historia del barrio -condensaba un artículo en La Luna de Madrid-. En los años 80 las jeringuillas aparecían en el suelo del bar como hoy lo hacen las servilletas grasientas y los coches que arrojaban la droga se podían ver desde la barra; en los 90 llegaron la clientela joven, y el botellón y en los 2000 el definitivo éxito nocturno y un puerta para controlar al personal”.

El Palentino era “el último mohicano” de una Malasaña gentrificada, invadida por los muffins y los gin tonics de pepino. Con Casto se va una época, una manera de estar en el mundo. Pero El Palentino sigue en pie, con Loli en la barra. ¡Larga vida al Palentino!

Visto en el Facebook de Piter Criado. Con información de Público, Somos Malasaña y El País de las Tentaciones.

Y además: Casto, el del Palentino


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