El pasado 25 de febrero y asfixiado por una losa en forma de impago de 140.000 euros de alquiler, anunciaba el cierre la última Sala X de Madrid, el Alba, a escasos metros de Tirso de Molina. Tras el cierre de su primo hermano de la Corredera Alta (convertido en un aséptico y triste Día) la Sala X de Tirso era el último de su género en Madrid. Los supervivientes en toda España se pueden contar con los dedos de la mano libre: cuatro, según el último recuento.
Por suerte, la semana anterior al cierre, tuve ocasión de entrevistar a Rafa Sánchez, el artista detrás de los inolvidables carteles que han hecho famoso al cine Alba más allá de su (escasa) clientela. Porque la programación no era la mayor de las peculiaridades de este cine: los carteles que dibujaba Rafa para anunciar las películas llamaban la atención de los transéuntes y han protagonizado varias exposiciones, algún libro e incluso un documental. El responsable de estas efímeras obras de arte de estilo naif es Rafael Sánchez, ‘Rafa’, encargado, taquillero y relaciones públicas de un negocio, casi ruinoso, que si no existiera habría que inventarlo.
«He dibujado miles de estos carteles. Muchos de ellos los tengo guardados e incluso publicaron un librito con una recopilación de los mejores -nos cuenta. Todo empezó en los años 80. En realidad, el Cine Alba viene funcionando ininterrumpidamente desde 1942 pero en 1985, gracias a la nueva ley, empieza a con las pantallas divertidas [Rafa se resiste a utilizar el término «películas pornográficas», demasiado soez]. Lo que pasa es que esa misma ley prohíbe la utilización de imágenes explícitas en la vía pública para promocionar las películas, así que se me ocurrió empezar a hacer los carteles a mano».
Eso se llama hacer de la necesidad virtud. Los carteles son un florido compendio de títulos delirantes, tipografías extravagantes, citas sacadas de contexto y dibujos de corte naif de pudorosas señoritas. Hay más sexo en el consultorio de Nuevo Vale que en un cartel de Rafa, un caballero de los pies a las gafas.
Vayamos por partes, que hay tela por cortar. ¿Te inventas tú los títulos o vienen de serie? «No, los títulos son los que pone la distribuidora de DVD. Suelen ser un poco fantasiosos, por lo menos para que la gente se sonría». En los títulos de las pelis guarras se ha concentrado toda la creatividad de los distribuidores, que en épocas remotas campaban por sus respetos rebautizando producciones de Hollywood en lo que imaginamos como sesudos brainstormings regados con pacharán. Títulos como denotan mentes en la sombra que no se toman a pitorreo su trabajo.
Donde Rafa da lo mejor de sí mismo es en la iconografía de los carteles. Tomemos por caso la audaz tipografía de este ejemplo, que logra un acertado equilibrio entre la legibilidad y la insinuación del argumento, frisando siempre pero sin caer finalmente en el spoiler.
¿Qué imagen podría ilustrar un plot line del tipo ‘Moviendo mi culito los traigo loquitos‘? Otro ilustrador menos sutil probablemente hubiese claudicado ante un motivo lascivo o genital, pero Rafa opta por el casto perfil de una señorita, un esbozo de trazo firme y estilo naif, que entronca con las vetustas caricaturas de La Codorniz.
La Sala X de Tirso de Molina era mucho más que un cine cochino o un museo del cartelismo hetedoroxo. «Es una especie de club social. Nuestros clientes son habituales, algunos muy mayores y están solos. Aquí vienen a ver el cine, claro, pero también se sientan a charlar o a ver la tele en el piso de arriba o a echarse un pitillo en la terraza. ¿Que cuánto aguantaremos? Como dice el dicho, «dura lo que dura dura»». Finalmente duró lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks.
Con información de Ideal y La Nueva España.
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