Foto: Ayuntamiento de Madrid.
Decía Dámaso Alonso que “Madrid es una ciudad con más de un millón de cadáveres”. Pero cabría añadir que también hay un montón de muertos vivientes: 3.166.000 para ser exactos y según el último censo. No sé si peco de Perogrullo si digo que todos esos vivientes hablan por los codos, a excepción de los sordomudos. Y aunque no existe un idioma madrileño, sí hay una jerga típicamente madrileña.
Si acabas de llegar a la capital, al faro ibérico, al rompeolas de las Españas, y no quieres que te tachen de paleto, de guiri o de gilipichi tendrás que hablar como los madrileños. Para ello, basta que adoptes un tonillo chulesco, que gesticules muy mucho y que uses alguna de las palabrotas que te enseñaremos a continuación. Si al final de tu frase añades “que te lo digo yo”, miel sobre hojuelas. O sea, dabuten.
A pachas: a medias, compartir algo entre dos, ya sea una ración de callos, una motocicleta o “la dolorosa” (la cuenta de las consumiciones).
Caliguay: viene a ser como el tradicional kalimotxo vascongado, pero con otros componentes: vino blanco (clarete) y refresco de limón. Lo de “caliguay” se dice mayormente en los Madriles, mientras que más al norte le llaman pitilingorri, que suena entre obsceno e infantil.
Jero: culo, trasero, cacas. También se llamaba así el llorado Juan Antonio Jiménez Muñoz, alias “el Jero”, el del medio de los Chichos que, para más señas, se suicidó saltando por la ventana de un piso del madrileñísimo barrio de Entrevías en octubre de 1995.
Foto: Chema Moya / Efe.
Descojone: esto es curioso, porque al parecer al norte de España se dice “descojono” y en Madrid “descojone”. ¿Por qué ocurre esto? He consultado con fuentes de la Real Academia de la Lengua y me han contestado que “vaya usted a saber”.
Lumis: expresión tremendamente castiza para referirse de forma más o menos fina a las prostitutas. El término es bastante más entrañable que “fulana”, que “pilingui” y no digamos que “puta”. Y el mismísimo Pérez Reverte, que es de la RAE y tiene patente de corso, lo usa a mansalva: “Pesa mucho haber sido lumi antes que monja”, escribió en un reciente artículo.
Dabuten: cumbre del verbo cheli o pasota madrileño, “dabuten” es esta palabreja que el diccionario define como “bueno o asombrosamente bonito” y que tiene su origen en la frase de la lengua caló: “de bute” que se refería a algo “de gran calidad o valor”. Después pasó a decirse de distintas maneras: “debuten”, “debuti”, “dabuti”… y al final quedó en un sonoro “dabuten”.
Los Hermanos Alcázar. Foto: © Álvaro Serrano (Flickr: licencia CC).
Fetén: palabra procedente del calé (concretamente de “feter”, que significa “mejor”) que demuestra la gran influencia de los gitanos sobre el habla popular castiza, sobre todo abrazada por la gente más joven y combativa. Significa eso: bueno, auténtico, excelente, dabuten.
Chupa: cuando vengas a Madrid, chulona mía, no digas “cazadora”, di “chupa”.
Mazo: no, no hablamos de la acepción que significa “martillo grande y pesado”, sino del más rotundo sinónimo de “mucho” o “mogollón”. La expresión más popular formada con esta palabra es “mola mazo”, que incluso dio título a una canción del Camilo Sesto crepuscular y michaeljacksoniano.
Foto: Generación Dos Punto Cero.
Teki: en Madrid no se dice “¿cogemos un taxi?”, sino “¿pillamos un teki?”. Y al taxista no se le llama “taxista”, sino “peseta”, quizá porque no te perdonan ni un céntimo y llevan una gran cantidad de chatarra encima para dar el cambio. A día de hoy, y a pesar de que llevamos ya tres lustros usando el maldito euro, en Madrid a los taxistas se les sigue llamando así: “No veas el jodío peseta el sablazo que me dio después de pegarme una vuelta por tó Madrí”.
Keli: desconocemos cómo se escribe correctamente este palabro, si “queli”, “kelly”, “kely”, “quelly” o “keli”. Nos decicimos por esta última para ahorrar pixeles. En cuanto a su origen, unos dicen que es una adaptación castiza de “key” (llave en inglés) y otros que procede del gitano o romaní, o del argot carcelario, muy contagiado por aquel. Pero esas son cosas que, tras la muerte de don Francisco Umbral, solo Ramoncín, autor de El tocho cheli, debe saber.
Piba: chica, muchacha o jovencita. Y “pibe”, que es chico, muchacho o jovencito. Mientras que “pibilla” sería una chiquilla y “pibillo” un jovencito. Luego está “pibón”, que viene a ser lo que se llama vulgarmente “una tía buena”. O un tío. Se trata, lo de “pibe” al menos, de una fórmula afectuosa y procede de Sudamérica, concretamente de países como Uruguay, Bolivia y, sobre todo, Argentina.
Peluco: reloj, pero, ojo, solo relojes de pulsera, nada de relojes de pared o de cuco o de arena. El origen de “peluco” se remonta al siglo XVIII, cuando los reyes empezaron a aparecer en las monedas luciendo pelucones; con el tiempo, la plebe fue usando “peluca” o “peluco” como sinónimo de algo ostentoso y, ya en el siglo XIX, las personas de etnia gitana rebautizaron a los relojes de bolsillo, primero, y luego a los de pulsera como “pelucos”. Al final, el término acabó incorporado al habla popular madrileña y hasta sale en una canción se Sabina: “Me pillaron diez quinientas y un peluco marca Omega con un pincho de cocina en la garganta”.
Menda: viejo término coloquial que posee dos acepciones paralelas y que está plenamente aceptado por la RAE: “palabra que emplea la persona que habla para designarse a sí misma” y “persona cuya identidad y condición se desconocen o no se quieren expresar”. Ejemplo doble: “El menda no pensaba salir del bar hasta que un menda lo sacó a gorrazos”.
Tronco: significa más o menos lo mismo que “tío”, “colega” y, en otras provincias, “quillo”, “muyayo”, “compadre”, “neno” o “nano”: “¡Qué pasa, tronco!” o, los más vaciletas, “¡qué pasa, tron!”
Pepino: no, no es un sinónimo de pene, que siempre están ustedes pensando en lo mismo. Se trata de un calificativo para exaltar las cualidades positivas de algo: “Ese coche es un pepino”. También se puede usar “pepinaco” para exagerar aún más: “Esa canción es un pepinaco”.
Foto: Forocoches.
Movida: situación difícil y complicada, problemón: “La pasma los ha pillado meando en la calle y les ha puesto una multa. ¡Qué movida!” En los años 80, “movida” también se usaba como eufemismo para “ir a pillar drogas”. De ahí salió lo de “Movida madrileña”, según los expertos.
Canteo: algo que llama mucho la atención, para bien y, sobre todo, para mal. “¿Qué haces con la chuleta encima de la mesa en pleno examen? ¡No te cantees, tronco!”.
Ramoncín, un patriota cheli. Foto: Marca.
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